Pradera-Monte Perdido-Pradera
Ascensión a Monte Perdido. 19 de octubre de 2007. 3.356 m.
Descargar GPS o ver en Google Earth en http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=408462
Como preparación para nuestra ascensión al Kilimanjaro, decidimos atacar el Monte Perdido en una sola jornada, lo cual nos decían que era insensato, pero sabíamos que el Perdido nos daría la medida real de nuestra forma y de nuestra resistencia. Dormimos en Broto, y hacia las 4 de la mañana nos pusimos en camino hacia la Pradera de Ordesa, desde donde empezamos nuestra marcha, en una noche espléndida y fría. Con calma pero sin detenernos alcanzamos la Cola de Caballo antes del amanecer, y emprendimos el ascenso de las “zetas”, más largo que las clavijas pero más seguro por estar todavía oscuro.Pudimos, con la primera claridad del día, contemplar por primera vez el valle de Ordesa desde lo alto, junto a un grupo de sarrios que no se asustó en absoluto por nuestra presencia.
Hacia las 8:30 llegábamos a Góriz, donde descansamos unos minutos, y seguimos adelante rumbo al Perdido. Duras rampas durante una hora y media, avanzando despacio, y sobre todo con mucho frío al estar a la sombra de las Serols. Por fin atravesamos el caos de rocas, y se avanza por un terreno más suave, que nos lleva hacia el oeste para vislumbrar por fin la ansiada y temida Escupidera.
A sus pies almorzamos, junto al lago helado y bajo la figura asombrosa del Cilindro de Marboré, y valorando cómo atacar la Escupidera, que presenta nieve y hielo y zonas limpias. La pendiente es muy fuerte, y en la zona umbría nos cuesta avanzar, así que al pisar hielo debemos parar a colocar los crampones, y con ellos resulta más sencillo ascender la dura rampa, hasta coronar hacia las 13.00 horas.
La vista en la cima es inigualable: Ordesa, Añisclo y Pineta abiertos en el terreno bajo nosotros, el Soum de Ramond y el Cilindro escoltándonos. No tenemos palabras para describir las sensaciones que Monte Perdido nos despertó, seguramente acentuadas por el enorme esfuerzo mental y físico que exigió.
Emprendemos sin ganas el descenso, y aunque el Cilindro, tan cercana su cima, nos invitaba a ser conquistado, decidimos regresar, ya que todavía quedaban muchas horas por delante. Descendemos sin prisas, posiblemente sea el descenso más grato que recordamos, así como la cerveza más buena que hemos bebido la que tomamos en Góriz. Más rápido fue el resto, por las clavijas a la Cola de Caballo, y de
ahí a buen ritmo hasta la Pradera: en total 14 horas, 34,5 km, y 2.050 metros de desnivel hacia arriba y luego hacia abajo, y la mejor satisfacción
posible, ya que conquistamos el emblema del Pirineo poniéndonos realmente a prueba a nosotros mismos.